lunes, 24 de septiembre de 2018

¿Tienes ganas de sorprenderte?




Que la realidad supera a la ficción es un tópico que a veces se dice alegremente, pero sin ser conscientes de todo su alcance. Los que nos dedicamos a estudiar la Naturaleza, sin embargo, sabemos que esta está cargada de sorpresas, a cual más descabellada e impresionante. Esa es la esencia del libro de Sergio Parra "Esto no estaba en mi libro de historia natural": mostrarnos un auténtico catálogo (como si de un bestiario medieval se tratara) de criaturas sorprendentes, ya sean animales, vegetales o microscópicas. Ya en el primer capítulo nos encontramos con un organismo que posee nada menos que ¡500 sexos diferentes! Y cuando todavía nos estamos recuperando de la sorpresa, nos enteramos del curioso método de fertilización del calamar. Y de la manía coleccionista del pájaro tilonorrinco (sí, sí, se llama así y no tiene nada que ver con el ornitorrinco). "Buf, ya lo he visto todo...", piensas a esas alturas. Entonces te topas con Symbion pandora, un animal del cual los científicos no tienen ni idea de cómo clasificarlo. Y con las arañas que crean marionetas para atraer a sus depredadores. Y... Ya captáis la idea.

El libro es, por lo tanto, un exquisito compendio de curiosidades, récords e interrogantes. Algunos os sonarán y otros no, pero hasta el lector más avezado encontrará datos insólitos de los que dejan boquiabiertos. La única pega que le encontramos al libro es que no estuvieron muy finos en el proceso de corrección, y hay no pocas erratas tipográficas que "afean" la lectura (por no hablar de una confusión gorda cuando el autor adjudica a Jonathan Swift la obra "Alicia en el País de las Maravillas"). En fin, esperamos, que en posteriores ediciones del libro solucionen este problema, el único manchón en una obra que hará las delicias de cualquier mente inquieta y ansiosa de sorpresas.




miércoles, 19 de septiembre de 2018

Ellos también sienten

¿Cuántas veces os habéis preguntado si los animales tienen sentimientos? Nuestros alumnos nos lo han dicho más de una vez, y es que tenemos tan arraigados ciertos pensamientos antropocéntricos que no nos paramos a pensar que ellos también pueden sentir, como si así trazáramos una línea definitoria que nos mantuviese como seres "superiores".

Aclaremos primero una cosa: no todos los animales tienen el mismo grado de desarrollo nervioso, y por lo tanto la riqueza y matices del psiquismo varía en consecuencia. Una lombriz carece de cerebro, y solo posee un conjunto de ganglios neuronales repartidos por su cuerpo (dos por segmento). Por lo que sabemos, la percepción de un animal así se reduce a "alimento", "cosas de las que huir", "otra lombriz" y "cosas indiferentes". Pero si nos vamos a otros extremos, animales como ballenas, elefantes, delfines o similares poseen un cerebro bien desarrollado, y una riqueza de sentimientos y pensamientos rica y bien desarrollada.

¿Debería extrañarnos? Como animales, hemos heredado todo el sistema nervioso de nuestros antepasados homínidos y primates, y aunque hayamos añadido "mejoras", se ha demostrado que la parte responsable de las emociones se aloja en el sistema límbico, y esta zona empieza a estar ya presente en reptiles. Es decir, todas aquellas ramas posteriores en la evolución son perfectamente capaces de sentir las emociones básicas de miedo, amor maternal, placer o agresividad. Y si además se cuenta con un telencéfalo (la parte encargada de procesar la información) más complejo ¿por qué un animal como una ballena no va a poder experimentar también sentimientos más ricos como la curiosidad, la fidelidad o incluso - esto está documentado en delfines y babuinos - la mentira y la planificación?

Es ridículo pensar que ellos (al menos los animales más evolutivamente cercanos a nosotros) no experimentan emociones como nosotros. Los sentimientos no nos separan, sino que nos acercan más a ellos, porque es algo que compartimos.

Os dejamos con tres vídeos que dan testimonio de lo que hablamos. En el primero de ellos, un grupo de elefantes adultos acoge y arropa a un pequeñuelo recién llegado. Esto supone la capacidad de sentir empatía hacia alguien a quien se ve como vulnerable o indefenso, y aunque no pertenezca a la misma familia, se lo considera un semejante. Los otros dos nos hacen pensar que no somos la única especie que es consciente de su mortalidad y es capaz de sentir tristeza por sus fallecidos...