viernes, 25 de marzo de 2016

¿Debemos mandar deberes?

Hace poco tuvimos ocasión de ver en televisión un reportaje de opinión sobre si se deben mandar deberes a nuestros alumnos para que trabajen en casas. Aunque la hora era un poco tardía, nos quedamos a verlo (aprovechando que en vacaciones no tenemos que madrugar).

El reportaje no estuvo mal, pero estaba claramente sesgado hacia el no mandar deberes por parte de los profesores. Apenas salió un padre que estuviera de acuerdo con el trabajo en casa, y el único profesor que lo defendía no se lució precisamente desde el punto de vista de la oratoria. De la parte en que intervinieron políticos mejor ni hablemos, porque, como es habitual, se centró en hablar sobre el sexo de los ángeles y de echarse en cara cosas de un partido a otro, sin que les importara lo más mínimo el aprendizaje de los chavales.

Desde aquí queremos dar nuestra opinión como docentes. Para empezar, creemos que la pregunta está mal planteada. No es "deberes sí/deberes no" sino cuántos son los que nuestros alumnos deben tener en casa. Los sistemas educativos con más éxito no rechazan esta práctica, y nosotros pensamos que hay buenos motivos para mantenerla. En primer lugar, crea hábito de estudio. En segundo lugar, mantiene el ámbito del aprendizaje más allá de los muros del colegio e instituto. En tercer lugar, el hecho de que el alumno se enfrente a unos ejercicios lejos del profesor afianza su autoestima y su independencia. Todo ello es motivo suficiente como para que nuestros chavales tengan un poco de trabajo al que dedicarse en su habitación cada tarde.

Obviamente, no se trata de que haya tal volumen de trabajo que estén hasta las diez de la noche con ellos, como algunos padres del reportaje daban a entender que sucedía con sus hijos. Queremos suponer que había buena fe por su parte y que realmente se trataba de un caso de exceso de deberes, pero en ningún momento dijeron a qué hora se habían puesto con ellos ni qué cantidad de actividades extraescolares tenía el niño en cuestión (pues hay más de un padre que sobrecarga la agenda de sus hijos todas las tardes). Y ojo: tenemos constancia de que existen padres que se quejan de los deberes de sus hijos porque se creen en la obligación de sentarse con ellos a ayudarlos (o incluso a hacérselos). Eso, desde nuestra experiencia, es un craso error. Una cosa es que nuestro hijo nos pregunte una duda y le enseñemos cómo superarla y otra que, sistemáticamente, uno de los padres tenga que estar junto a la mesa de estudio. Los deberes son para el alumno, no para sus padres. Ya hemos dicho que uno de los objetivos de los deberes es fomentar la autonomía del niño o del adolescente, y su sentido de la responsabilidad.

Transmitamos a nuestros hijos que los deberes son un rato de trabajo en casa, que no tiene por qué hacerse pesado si se organizan bien, y que es un trabajo del que deben ocuparse ellos (aunque ocasionalmente les echemos una mano). Haciendo las cosas bien, hay tiempo para deberes, deportes, aficiones y juegos.



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