lunes, 17 de agosto de 2020

Los peligros del pensamiento acrítico

Esta mañana, de estas veces que al poco de levantarte cometes la temeridad de poner las noticias, nos encontramos con uno de esos despropósitos que te hacen perder la poca fe que te queda en el sentido común humano. Nada menos que tres mil negacionistas de la pandemia de coronavirus (la cifra está dada por varios medios, pero francamente, nos da igual que fueran trescientos que treinta mil) reunidos en la plaza de Colón. Por supuesto, sin ninguna consideración por las precauciones sanitarias.

Cosas así se han dado en otros países. Los dos mayores exponentes han sido Estados Unidos y Brasil; si quienes están al mando son los primeros, qué otra cosa cabría esperar...  Pero claro, siempre te queda la pequeña esperanza de que este tipo de fenómenos no sucedan en casa. Pues no: una vez más, queda patente que la incultura, el egoísmo, la inmadurez y el pensamiento acrítico son un mal tan pandémico como el propio coronavirus.

Hace poco dedicamos una entrada llamando a impulsar la crítica y el debate entre nuestros alumnos. Es la única forma de que aberraciones como esta no echen raíces y se contagien culturalmente, porque van más allá, como nos han demostrado con esta "manifestación", de creer en el horóscopo. Lo que se perpetró ayer fue un atentado masivo contra la salud pública, de donde seguramente han salido muchos contagios y crucemos los dedos para que ninguno acabe en muerte. Si así fuera, todos y cada uno de los concurrentes serían moralmente responsables de esas muertes, les guste o no.

El problema del pensamiento conspiranoico es su dogmatismo y su impenetrable acriticismo. Para el conspiranoico, no hay forma de demostrarle que está equivocado. Si hay pruebas que apoyen su versión, será el más reivindicado de los hombres; si hay pruebas en contra, están falseadas, y si no las hay, es porque "alguien" las oculta. En definitiva, que si sí, sí, y si no, también. Ojo: no estamos diciendo que versiones como en la que el virus "ha sido creado en laboratorios para diezmar a la población" no puedan ser ciertas. Tristemente, la humanidad se ha demostrado capaz de atrocidades semejantes. Lo que decimos es que es IMPOSIBLE sentirse tan seguro de que esa película es absolutamente cierta, porque no hay pruebas concluyentes. Y no, señores, un vídeo circulando por whatsapp en la que un tío, seguramente con bata y con la palabra "doctor" delante del nombre da su testimonio, NO es una prueba. También Txumari Alfaro asegura ser "doctor" (en especialidades que no son impartidas por ninguna universidad).

Lo que ocurre en el cerebro acrítico es que se niega de plano a aceptar cualquier argumento que ataque su visión preconcebida del mundo, y acoge con los brazos abiertos a cualquier "me han dicho que" o "he visto un vídeo que" donde se refuercen sus fantasías, por más descabellada que sea la "prueba". Porque es obviamente más fácil dar crédito a quien te da la razón, y echar con cajas destempladas a los cargantes de turno con su cantinela de siempre, su molesto escepticismo y sus ganas de cuestionarlo todo, que te dicen nada menos que, a lo mejor, estás equivocado.

¿El resultado? Tres mil personas (irresponsable arriba, irresponsable abajo) que incumplen todas las normas de seguridad porque están total y absolutamente convencidos de que todo es un cuento chino. Como si todas las muertes sucedidas y que están sucediendo fueran un chiste. Como si el trabajo sobrehumano del personal sanitario, de limpieza, de alimentación, etc. hubiese sido una farsa. Como si todos los médicos del país se hubiesen reunido en un sótano oscuro para jurar y ponerse de acuerdo en mantener el secreto. Es más, aunque opines que hay algo turbio detrás, la humildad y el principio de prudencia aconsejan seguir manteniendo las normas de higiene y distanciamiento social, porque puede suceder que estés equivocado (todos podemos estarlo) y con tu actitud egotista, inmadura y cerril estés poniendo en peligro muchas vidas... Pero claro, eso es algo que un conspiranoico no quiere en su visión del mundo. Para un conspiranoico, los responsables de los males son siempre los "otros". Es mucho más fácil vivir así.



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