¿Por qué se enciende una cerilla al rasparla?
Aunque ya no se usan en muchos hogares, sustituidas por el mechero de gas, todo el mundo sabe que las cerillas son esos palitos de madera con una cabeza más oscura que, cuando los raspamos sobre uno de los laterales de la caja donde vienen, producen una pequeña llama.
¿Qué es lo que hay en la cabeza de una cerilla? Pues una mezcla que contiene fósforo rojo, sustancia que solo necesita un poco de calor adicional para prenderse, debido a que es muy inflamable. El núcleo de fósforo está recubierto de una película de parafina (un tipo de cera, que por eso se llaman cerillas) que evita que el fósforo se encienda por accidente. Al rascar la cerilla, la parafina se pierde y, por un breve instante, se alcanzan los 50ºC necesarios para que el fósforo prenda. El roce con el lateral de la caja de cerillas es lo que genera ese calor.
Curiosamente, ya existía algo parecido a los fósforos en Egipto hacia el 3500 a.C. Se trataba de palitos de madera untados de azufre en la punta, que encendían fácilmente al contacto con una chispa. La primera cerilla moderna capaz de prenderse al rascarla la inventó K. Chancel en 1805, aunque no era ni mucho menos tan eficaz como la actual, y las cajas que las contenían no tenían la tira rugosa del lateral. En lugar de eso, el usuario tenía que hacer uso de la pared o la superficie áspera más cercana cada vez que quería encender su pipa.
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